Don Mario, El arte de Vivir con Coraje

Mauro Bertero, yerno de Mario Mercado se refería a su suegro siempre con el apelativo de Don Mario, con una mezcla de respeto y admiración

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Mauro Bertero, yerno de Mario Mercado se refería a su suegro siempre con el apelativo de Don Mario, con una mezcla de respeto y admiración, pero con un inequívoco tono cómplice de amistad. Don Mario se llama uno de los proyectos mineros más ambiciosos que se encararon en el oriente del país, iniciativa de Mario Mercado. Y creo que en muchos sentidos Don es la palabra perfecta para acompañar su nombre.

Mario es un hombre que no se olvida y al que valió la pena conocer. Tenía mucho de seductor y magnético, tan seguro de sí mismo que a veces abrumaba, con el humor caústico de los hombres inteligentes, aunque sin las vueltas del intelectual.

En él la energía es lo que sobraba, apenas si hay espacio que no tomase, conquistase y manejase como suyo, igual la obsesión por las obras del pintor colonial Melchor Pérez de Holguín, que por las vetas de ese esquivo y apasionante mundo de la minería, que la iniciativa de una Fundación cultural creada hace en los años setenta del siglo pasado, o la mina que en su momento fue la más grande y moderna de Bolivia, o la serie de arcángeles que adornaron una casa a la medida de sus propias ideas, o los años fructíferos al mando de la ciudad más maravillosa y difícil de América Latina, o el periódico “Última Hora” con el que quería vencer a los fantasmas de la corrupción y de la intemperancia, o la política a la que manejaba con menos habilidad pero tanto interés como a sus empresas…

…O finalmente, ese lugar central del corazón que le tenía dedicado al celeste, un inmenso y extraordinario celeste por el que dio más de media vida. Mario tuvo al club Bolívar en el centro del corazón y fue a través del Bolivar que se entendió mejor con el pueblo y pudo expresar mejor su obsesión por un país al que le dio todas sus energías, por muy desboscadas que fueran algunas veces. Y de Bolivar hizo el más grande equipo que jamás tuvimos en nuestra historia y lo convirtió en el eterno campeón de una Liga que comenzaba a hacerse aburrida de tantos títulos celestes y de tantas copas Libertadores anheladas y no conquistadas.

Fue, que duda cabe, el más grande dirigente de club de la historia del fútbol boliviano. Llevó a Bolívar de las terribles sombras del descenso en 1964 a la más grande gloria que haya conquistado equipo boliviano alguno. Baste recordar que bajo su presidencia los celestes ganaron 11 de sus 25 títulos nacionales. No hay presidente de club en Bolivia que pueda mostrar ese impresionante palmarés.

No hay que olvidar tampoco que mucho tuvo que ver en la elección de Xabier Azkargorta como DT de la selección nacional que nos llevó al mundial bajo la dirección de otro gran señor bolivariana, Guido Loayza.

Tuvo también que ver con el cine, y por el cine lo conocí. Trabajé dos veces con él, la primera cuando era burgomaestre de Nuestra Señora de La Paz. Lo vi apenas en un par de ocasiones de ese inmenso salón que usaba de despacho en el palacio consistorial, donde hoy se reúnen con menos éxito que él los concejales paceños. Encima de su cabeza estaba un inmenso y bello cuadro de la fundación de La Paz, que se me hacía a la dimensión de la grandeza a la que siempre aspiró. Era parco y concreto, de ideas claras de sis o nos siempre rápidos. Fundó la Cinemateca con nosotros y la hizo posible, aunque luego no asistió jamás a una reunión de directorio del que fue presidente por varios años. Por eso agarró al vuelo el desafío del entonces joven realizador, Juan Carlos Valdivia, para impulsar la más ambiciosa producción del cine local, “Jonás y la ballena rosada” que nunca pudo ser terminada.

La segunda vez cuando me invitó a acompañar a Jorge Siles como subdirector de Ultima Hora, fue un año intenso y contradictorio. Nos reunimos con él una media docena de veces para hablar del periódico, pelear de política y bandear el temporal de una época terriblemente turbulenta de nuestras vidas, los tiempos de la UDP. En su oficina de EMUSA me invitaba unos deliciosos y aromáticos tés que se hacía traer especialmente de quien sabe que partes del mundo, y me mostraba incansable y sobrador una foto que tenía debajo del vidrio de su escritorio; era el marcador del estadio Hernando Siles que rezaba Bolivar 6 – The Strongest 1. Nunca quiso ser Presidente de la Federación Boliviana de Fútbol, pero manejó siempre con inteligencia y sin rubor los hilos del fútbol nacional.

Alguna vez, profundizando en nuestras discusiones políticas afirmaba categórico y con orgullo, que hay momentos en la historia de una país en que se necesita mano dura y que es muy bonito hablar de democracia cuando las condiciones internacionales e internas están dadas para ella, pero que a la hora de la polarización, no hay otra salida que la acción enérgica (era, por supuesto, una justificación del gobierno de Banzer y su presencia junto a él en los años setenta). Siempre fue un hombre claro y sin vueltas, algo muy de agradecer en un país de gente llena de vueltas y oscuros vericuetos. E igual que en los setenta se jugó por Banzer, desde 1982 se jugó por la democracia, de frente y sin rodeos.

Como empresario logró edificar en sociedad con poderosos inversionistas extranjeros, una mina moderna, en grande, única, como él, en un país que creyó en algún momento que la minería se había terminado.

Y a la hora de la vida, apostó por ella, con el mismo entusiasmo y la misma fe inquebrantable que puso en todas (y son muchas) las cosas que hizo. Y le estaba ganando a la muerte una pelea dura. Esperó pacientemente un riñón para vivir y no se rindió, lo recibió y siguió el combate hasta volver a ser el de siempre, por Mercado no podía ser distinto, porque esa magia se lleva en la sangre y es la que hace la diferencia.

Siempre que hablábamos de cine me recordaba que yo no había querido poner en mi libro que estuvo a punto de ganar el Oscar por un documental que hizo en sus años de estudiante en Estados Unidos. Es que Mario era un ganador y no aceptaba que se lo considérese a medias en nada.

Pero esta es la gloria del mundo, terrible e igual con todos y tan breve, que a la vuelta de una mirada está la muerte. Murió en acción, sin detenerse ni para tomar el aliento. Lo perdimos muy pronto. Tenía todavía muchas cosas que hacer. Fue un hijo notable de esta tierra notable, le dio todo y eso es suficiente para decirle gracias, porque a despecho de la realidad, le puso siempre coraje a todo lo que hacía, y eso lo hace inolvidable.

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Mario Mercado Vaca Guzmán (Asunción 1928-Oruro 1995) murió El 20 de enero de 1995 en un accidente aéreo. Un pequeño avión privado llevaba a Mercado y Guery Jordán -dirigente celeste- a Sucre, a una reunión crucial para definir el futuro de la Liga. La nave se estrello al despegar.

Fuente: por Carlos D. Mesa Gisbert tomado del blog Historia del Fútbol Boliviano

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