Pobre mi madre querida…

Ese es el título de una anecdótica historia que narra el conocido escritor Eduardo Galeano en su libro “El Futbol a sol y sombra”.

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Ese es  el título de una anecdótica historia que narra el conocido escritor Eduardo Galeano en su libro “El Futbol a sol y sombra”. Me parece muy oportuno transcribirla ahora que el tema arbitrar a ocupado a diferentes medios de comunicación, tras la denuncia de The Strongest contra el juez  Raúl Orosco y las connotaciones que el caso  ha tenido.

El tema ya mereció mi comentario y opinión en las transmisiones de Radio Deporte, por eso prefiero ahora poner paños fríos con este artículo que tiene  mucho de  verdad y bastante humor, motivo por lo que estoy seguro arrancará algunas sonrisas. Dice el autor :

“A fines de los años sesenta, el poeta Jorge Enrique Adoum regresó al Ecuador, después de mucha ausencia. Ni bien llegó cumplió con el ritual obligatorio de la ciudad de Quito, se fue al estadio a ver jugar al equipo de Aucas. Era un partido importante y el estadio estaba lleno.

Antes del comienzo, se hizo un minuto de silencio por la madre del árbitro, muerta en la víspera. Todos se pusieron en pie, todos callaron. Acto seguido, un dirigente pronunció un discurso destacando la actitud del deportista ejemplar que iba a arbitrar el partido, cumpliendo con su deber en las más tristes circunstancias.

Al centro de la cancha, cabizbajo, el hombre de negro recibió el cerrado aplauso del público. Adoum  pestañó, se pellizcó un brazo; no podía creer. ¿en que país estaba? Mucho habían cambiado las cosas. Antes, la gente solo se ocupaba del árbitro para gritarle, hijo de puta.

Y empezó el partido. A los quince minutos, estalló el estadio: gol de Aucas. Pero el árbitro anuló el gol, por fuera de fuego y de inmediato la multitud recordó a la difunta autora de sus días. ¡Huérfano de  puta! rugieron las tribunas”.

Hasta la próxima…

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