Hubo un cambio más que importante en la manera en la que Bolívar encaró el segundo Clásico Paceño del torneo –en comparación al 0-2 de la primera rueda–, más allá de la variante en el sistema que viene implementando Vinícius y los buenos momentos de jugadores como Saavedra, Riquelme y Ferreira: la actitud del equipo.
Desde Quiñónez hasta Riquelme, pasando por los otros nueve jugadores del equipo (y los tres que entrarían en el segundo tiempo), los celestes entendieron desde el primer minuto que no se puede tratar al eterno rival como a cualquier otro equipo, sin importar su mal presente.
Todos jugaron metidos y plenamente concentrados; metieron cuando había que meter, se defendieron cuando se tenían que defender y atacaron cuando lo creyeron oportuno, aprovechando las falencias defensivas del planteo experimental (y conservador) de César Farías con cinco y hasta seis hombres metidos en su campo.
El resultado es contundente, y no se dio de casualidad. Bolívar fue más inteligente que el equipo que festejaba su aniversario e hizo pesar la supremacía técnica de sus futbolistas en casi todos los mano a mano, cosa que no supo hacer hace dos meses (hay que darle crédito a Vinícius por haber tomado nota).
