“El clásico hay que ganarlo, no hay que jugarlo”

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 (Jorge Gonzáles). El fútbol es, hoy, la actividad humana que más aglutina, si tomamos en cuenta que seres humanos disputan, deportivamente, la posibilidad de alcanzar, en primer lugar, un objetivo.

 Pero, para ello, es necesario, primero, participar, competir; y, aún, para tener posibilidad de competir y participar, se hace necesario prepararse mental, física y técnicamente.

 Sin embargo, cada país tiene su propia forma de preparación, que atiende generalmente a sus condiciones sociales económicas e históricas, consecuentemente a su propia “cultura futbolística”.

 Y estoy convencido de que el atraso del fútbol boliviano se debe a una cultura futbolística inadecuada, incorrecta y anacrónica, porque, si tomamos en cuenta que cultura “es el conjunto de estímulos ambientales que generan una socialización de los individuos en el curso de su desarrollo” y, aún, “es un elemento que conforma los procesos sociales e integra a las sociedades” (Touraine, 1969), vamos a llegar a la conclusión de que la frase del título de este comentario, repetida hasta el cansancio por futbolistas y periodistas, con referencia al próximo clásico entre The Strongest y Bolívar, está totalmente errada en su concepto, por lo tanto en su práctica.

 Es simple: para ganar, hay que jugar, y, para jugar, hay que prepararse.

 Pero en nuestro medio, la frase del título parece verdadera y absoluta.

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