Alemania campeón, el juego de tronos

Cuando terminaba el Alemania 4 – Portugal 0 en la primera fase tanto como el día que Alemania destrozó récords históricos en Belo Horizonte.

 

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Cuando terminaba el Alemania 4 – Portugal 0 en la primera fase tanto como el día que Alemania destrozó récords históricos en Belo Horizonte, sabíamos que estábamos en presencia de una Mannschaft que llenaba a plenitud esa camiseta. No es verdad de perogrullo, pero pasa que si un equipo nacional llega a semifinales cada cuatro años desde 2002, copa siempre los primeros lugares de cuanta competencia se organice, lo menos que se puede esperar es que finalmente corone el esfuerzo. Y Alemania llegaba a Río de Janeiro así, con una chapa tremenda y bien ganada de candidato al trono de Rey del Fútbol.

Argentina, por otro lado, se ponía a tiro de una gloria negada no solo desde 1986, sino de haber sorteado finalmente la fase de cuartos de final tan esquiva desde 1990. Defendiendo, aguantando, amarrando a los rivales, a diferencia de un rival que había llegado atropellando, destrozando récords. Por eso se esperaba que cada uno sea fiel a lo hecho hasta ese momento.

Argentina trató de sorprender y mostró lo mejor de su fútbol desde el partido con Nigeria. Pique, gambeta y una cobertura defensiva impecable, cerrando espacios y aprovechando que la creación alemana adolecía de un enlace defensa-ataque. Kedhira lesionado antes y Kramer lesionado en juego, motivo por el que entró Schüerlle a hacer más volumen ofensivo.

Un par de explosiones de Messi y luego, de él nada más. Mascherano y Zabaleta cortando los toques de subida, Rojo poniendo la actitud, Lavezzi tratando de llegar. Palacio y el Kün entrando pero nunca dando la talla y sí, todos extrañando a Di María. Michel Hidalgo, coach frances de los ’80, decía “en defensa se prepara, en ataque se improvisa”, pero creo que hubiese sido bueno planificar un poquito. Un guión repetido que parecía conducir a los penales, hasta que Götze hizo justicia en una de las pocas fisuras defensivas argentinas, en una jugada fuera de libreto. Justicia porque un equipo que hace esa cantidad de goles, que corre de esa manera, que tiene tan equilibradas sus líneas y que viene planificando esta victoria desde inicios de siglo merece esto, merece la Copa del Mundo. ¿Argentina no la merecía? No es eso. Se anota lo que se ve, lo que pasa en los 90 minutos y el alargue, cuando lo hay. Los merecimientos en el fútbol se llaman goles y el único de la final lo hizo Alemania, que ocupa ahora el trono y se lo merece. La Mannschaft está otra vez en la cima porque preparó un cóctel con los mejores ingredientes que había a mano: organización alemana, toque latino, pressing y lo principal: goles, muchos goles, de todos los colores, que al final son lo que le dan alma al fútbol. Hay campeón y es muy merecido.

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