Se hizo costumbre, en estos dos años de César Farías al mando de Bolivia, jugar de visita en un periplo para La Verde. La consigna es sumar gente atrás ¿línea de tres? no, ¡de cuatro!, que sean cinco, y metamos seis. ¿Alguien más para defender?, sí, Menacho, que sean siete. El plan siempre fue no tener un plan, solo aguantar lo más que puedan “los chicos”.
Aguantaron 38 minutos, hasta que Luis Díaz le dio un baño de realidad a la defensa Boliviana, el mejor jugador colombiano del momento aceleró en modo Premier League y dejó desparramada a la defensa, que cuando reaccionó ya tenía la pelota en su arco.
Luego Colombia nos recordó por qué tardó 685 minutos en hacer un gol, le perdonó la vida a Bolivia, hasta que Miguel Borja aprovechó un centro de Lucho Díaz y puso el segundo, o que Matheus Uribe empuje una pelota ante la pasiva mirada de la defensa con seis/siete defensores que armó Farías. E incluso el cuarto (que no sumó gracias al VAR).
Bolivia cayó goleada, Farías no pudo ni sostener su último discurso final, utilizó a los jóvenes para protegerse del manto del fracaso con el que, al fin, dejará a la Selección. Los chicos una vez más fueron carne de cañon, pero César tiene una coartada. Paciencia, ya termina.
“El equipo mantuvo el orden y no perdió el espíritu nunca”
César Farías