El día que el gotero le ganó a la tormenta

Captura de la TV: Ecuador nos ametralló.
Captura de la TV: Ecuador nos ametralló.
Captura de la TV: Ecuador nos ametralló.

Mauricio Soria y Gustavo Domingo Quinteros se conocen bien y se enfrentaron en la cancha y en el banco, así que decir “seremos ofensivos”, “saldremos la buscar la victoria” y otros canapés estaba demás. Yo a vos te conozco y punto, ambos criados bajo el 5-4-1 que el vasco Azkargorta trajo a Bolivia el 93, uno campeón con el Tigre y el otro con Bolívar, ambos cuestionados en su momento. Pero ambos ahora jugando con esquemas diferentes y realidades distintas en sus selecciones.

En el primer tiempo, tres llegadas y tres goles como con gotero, al principio al medio y al final. Bolivia iba a llegar una sola vez más al arco de Domínguez a lo largo del partido, lo cual da un envidiable 75% de efectividad. Quinteros dice “fueron errores nuestros y no aciertos del rival” y un poco de razón le asiste a su soberbia: nadie cubre a Raldes cuando cabecea para el primer gol. Ayoví relaja su marca y Smedberg/Dalence remata tranquilo para el segundo. Lo de la falta en la cara de Lizio es una torpeza rara pero bien cobrada. El penal para Ecuador en cambio es una vergüenza arbitral. Sorpresa para todos, pero Bolivia muestra lo que tiene: el mediocampo ecuatoriano tendrá pesadillas con ese 3 de apellido Chumacero.

En el 2T la tormenta: las llegadas de Ecuador arrinconan a una defensa boliviana que aún no ha terminado de templar sus nervios, el terrible desequilibrio de líneas que hace que nuestro ataque prácticamente deje de existir ante la embestida ecuatoriana. El primer gol del descuento es una lección de cómo no despejar una pelota. En el segundo –un golazo– si van a darle tanto espacio a un atacante mejor ponerle una alfombra roja. Ni Marvin Bejarano ni Damir Miranda son solución a la hora de generar respuestas contra un rival que pasó a ser pura actitud a ser después pura desesperación. La figura monumental de Quiñonez que tapando las cargas amarillas nos tapó la boca sus críticos. Y el travesaño, que existe para que conozcamos la definición de la palabra “casi”. 

Pasada la alegría de la victoria hay que pensar en que si la pasamos mal en el segundo tiempo, el viernes nos toca contra el organizador y dueño de casa, en su coliseo principal (seguramente lleno de bote a bote), sin mencionar los elementos extradeportivos que tiene un duelo entre estos dos rivales. Bolivia tiene que sacar a su James Bond interno: seguimos siendo un manojo de nervios a la hora de pasar de defensa a ataque. Ojalá que el buen ambiente que ha dejado la victoria sirva para aceitar esos detalles que a la larga definirán si lo de ayer fue un espejismo o si de verdad estamos para más. Entre tanto, la gente ha recuperado la sonrisa y eso ya cuenta. 

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