Perú x Bolivia. El último que apague la luz.

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¿De quién es la culpa para ese melancólico final?

 

O mejor, ¿A quién culpar por la desastrosa participación de Bolivia en estas Eliminatorias que hoy culminan?

 

Porque en nuestro país, siempre estamos buscando culpables para nuestros fracasos.

 

Porque todos son culpados, menos nosotros mismos.

 

Queremos buenos resultados, logros, conquistas, medallas, copas, pero no hacemos nuestra parte.

 

Y si la hacemos, la hacemos pensando en nuestros propios intereses.

 

Y lo más preocupante es que así somos en todo.

 

Apenas en el fútbol aparecen más nuestras taras, porque el balompié es público, es de nadie.

 

Es de nadie, pero pocos mandan en él.

 

Precisamente los que se apropiaron de una actividad de interés público.

 

Y en lugar de pensar cómo solucionar nuestros problemas, nos vamos al cine, a comer pipocas y ver sangre por doquier.

 

Es igual que los bloqueos, porque en lugar de pensar en avanzar, nos bloqueamos.

 

Hasta parece que así somos felices. Como si felicidad fuese para nosotros asistir a la felicidad de los otros por la televisión.

 

Porque para los medios televisivos bolivianos, la ida al cine de los seleccionados, encabezados por el entrenador, es un hecho que merece cobertura, eso es noticia.

 

La falsa felicidad es noticia.

 

Me pregunto si  Azkargorta realmente es feliz en Bolivia. De cómo descubrió su amor incalculable por este país después de 18 años de ausencia.

 

Y mis dudas redoblaron después de una entrevista del Vasco a un medio peruano, en la que dijo para quien quiere oír o, mejor, leer, que en Bolivia nadie apoya al fútbol, incluido el gobierno presidido por un hombre que, como muchos bolivianos, lo tenían como ídolo.

 

Para mí, Azkargorta no tiene culpa de nada, porque entiendo que él hizo lo que muchos bolivianos también lo haríamos: aprovechar que estamos acostumbrados a vivir de sueños para ganar su dinero; porque como psicólogo dice ser, debe saber que nadie sueña lo que va a venir; se sueña, sí, los recuerdos, lo que fue o podía haber sido.

 

Lo de Azkargorta fue oportunismo puro, de quién lo trajo y de quién vino.

 

Al final, Bolivia aún es un país de oportunidades, pero también es un país de oportunistas. Y, convengamos, ser oportunista no es lo mismo que ser oportuno.

 

En el estadio peruano vacío, sea cual fuere el resultado esta noche, por favor, que salgan todos y que el último apague la luz.

 

Pero, por favor, que no quede nadie.

 

El fútbol boliviano necesita de otra casa, de otra gente, de otra mentalidad.

 

Porque siempre hay luz al final del túnel.

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