Pocas veces un futbolista extranjero tiene dos ciclos exitosos en periodos discontinuos en la División Profesional de Bolivia, más con el mismo equipo. Ese es el caso de Ronnie Fernández. Si de protagonistas se habla, el delantero chileno es el corazón de Bolívar en la Copa Libertadores y también en el torneo local. El martes ante Cerro Porteño dejó servido el primer tanto y fue el líder del equipo, incluso la Academia llegó a jugar a su ritmo.
Él se abrió espacio en el área visitante para meter un soberbio cabezazo, el arquero le negó el grito, pero Villamil apareció para concretar el primero. Luego, cuando disminuyó la intensidad de Bolívar, Ronnie hizo la diferencia quebrando líneas, dando pases rápidos y hasta pivoteando pases largos desde la defensa. Al final del partido, mantuvo su ritmo y su intensidad, como si su equipo estaría en medio de un resultado desfavorable.
El aporte del chileno no solo es futbolístico. Solo en la noche de clasificación, animó a la gente y a sus compañeros, ordenó la defensa y el ataque, hasta sostuvo a Bentaberry para convencerlo de dejar el campo de juego. Luego, todos le abrazaron, la afición le dedicó cánticos y los jugadores ovacionaron a Fernández.
Esa esencia la prevalece en todos los compromisos en los que interviene. Pese a su duro golpe en el rostro, ha vuelto a jugar en tiempo récord demostrando ser un guerrero. Por más pintoresco que sea su máscara, Ronnie Fernández se las ingenia para enloquecer a los defensores o para abrirse campo y despejar centros. Hasta el momento, lleva 2 goles y 1 asistencia en 4 partidos de la Libertadores, mientras 11 tantos y 1 pase gol en la Liga. Ese es el corazón de Bolívar.
