Messi es mi Maradona

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Hay personajes que la historia nos presenta como absolutos. Uno de ellos es Diego Maradona, figura controversial como pocas e irrepetible dentro de un campo de juego.

Quienes no tuvimos la suerte de disfrutarlo en su plenitud, lo sabemos porque el fútbol, a veces, tiene memoria: lo conocimos cuando ya era uno de los grandes.

Años después (al menos en mi caso) apareció otro argentino. Su selección se preparaba para el Mundial de Alemania y él, con 18 años, ya acaparaba la atención de los medios.

Su personalidad no se parecía a la de Diego (esa y otras comparaciones empezaron antes de que debute en primera división), pero su fútbol también tenía voz propia.

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Pasaron casi dos décadas. Ese argentino ya no es el mismo. Nosotros tampoco. En medio, una historia que también será irrepetible, más allá de los goles, los títulos o las estadísticas.

Es un cuento diferente, sin Mano de Dios ni excentricidades, y el protagonista todavía no le puso punto final, pero sabemos que está escribiendo los últimos capítulos.

El tercer acto es tan bueno como el resto del libro. El héroe volvió al lugar donde, de alguna manera, empezó todo. Está buscando eso que se le exige injustamente.

Para mí, como lector, no lo necesita. Pero lo desea y lo merece, así que me haría muy feliz que lo consiga. En el fondo, el fútbol se trata de eso, de emocionar.

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Y sea cual sea el final, me siento privilegiado por haber podido disfrutar la historia completa. Algo así debe pasar con quienes fueron contemporáneos del mejor Maradona.

Ni hablar de las personas que pudieron verlos a los dos. ¡Qué envidia! ¿Es necesario compararlos constantemente y defender a uno en desmedro del otro? Creo que no.

En el futuro, Lionel Messi será uno de esos personajes absolutos. Cada quien lo pondrá a la altura que quiera, por encima o por debajo de otros inmortales. Pero estará ahí, con ellos.

Lo sé porque lo estoy viviendo y lo contaré, como me contaron de Maradona.

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