El entrenador de Paraguay vive una situación completamente rara al estar donde está. Ramón Díaz es tan argentino que hasta logró que los periodistas paraguayos se sientan celosos de sus colegas argentinos por la relación que tienen con el entrenador. Un reportero, en la última conferencia de prensa que dio el entrenador, hasta lo hizo notar públicamente. En el mismo momento en que el director técnico develaba una de sus grandes fórmulas para motivar jugadores, construida durante la década del noventa, momento en la historia argentina donde el consumo se volvió el motor de las relaciones sociales. Lo explicó el jugador Edgar Benítez: “Ya ganamos dos camionetas, ahora vamos por la tercera”. En las apuestas, Ramón Díaz se volvió tan argentino que, dirigiendo a River, le propuso este tipo de desafíos a Mauricio Macri, candidato a presidente de Argentina en las próximas elecciones, donde terminará el mandato de Cristina Fernández de Kirchner.
Pero esa no es su única argentinidad. Como muchos albicelestes, adora ir a pescar a Entre Ríos. Hace esa actividad con sus hijos, que en cierto modo son su prolongación en la historia: se parecen como pocos padres y pocos hijos. En La Rioja, su familia hace asados extroardinarios, con una brillante técnica a la cruz. La madre de Ramón, una persona más que adorable en la zona, hace guisos que se volvieron leyenda. Todas comidas más que típicas de Argentina.
En Argentina, se hizo un culto al término de ser “vivo”. Ser vivo, según el filósofo César Torres especializado en deportes, responde a poder sobrevivir sin sanciones al hecho de romper con ciertas normas. Aunque resulte raro, incluso sucede lo mismo con Diego Maradona, ser vivo es elogiado. Es parte de la argentinidad. Su viveza se nota en su capacidad de declarar, de hacer y deshacer amistades y enemistades, de ser capaz de sacar una ventaja de donde sea. Ramón Diaz guarda todas esas características. Es argentino. Hoy es raro que esté del otro lado.
