Argentina terminó dando una vuelta olímpica, caminando, con las camisetas al viento y el coro de su gente que los acompañó en este 9 de julio, Mascherano y Messi fundidos en un abrazo.
Un día histórico para la Argentina, no por que se celebre un año más de la independencia de ese país, si no, por que la selección de Jarvier Mascherano logró el pase a la final de la Copa del Mundo luego de 24 años.
Luego de la opulenta victoria de Alemania, Argentina y Holanda salieron a otra cosa, a cuidarse, a bloquear cualquier idea creativa del rival, un duelo de táctica entre entrenadores, la idea fue siempre evitar que Messi y Robben hagan la diferencia. El juego era ideal para dos, Nigel De Jong y Javier Mascherano.
El primero se encargó de Messi, luego el físico no le dio para más- y fue su reemplazo Clasie, no dejaron que el 10 juegue nunca, entonces el partido entró en la zona del “jefecito”, Mascherano comenzó a rotar todo en torno a él, se hizo dueño del centro de campo, se hizo líbero, hasta intento ser media punta a momentos. Mascherano comenzó a ser todo eso que su equipo olvido por su disciplina y concentración defensiva.
Incluso, cuando Sabella equivocó el camino y decidió dejar el medio campo a la deriva -al sacar a Enzo Pérez- fue Mascherano el que asumió el rol de corrector, el problema quedó solucionado en su despliegue. Y, cuando Robben comenzó a encontrar espacios, fue Mascherano el que fue al piso y le comió los tobillos. El 14 hasta jugó de arquero en el minuto 90, le tapó con la pierna derecha una pelota increíble al crack holandés.
La explicación al doble cero, viene en una apasionante pelea táctica, en el que los jugadores anulen al rival, y los técnicos dejaron que el desequilibrio venga de los habilidosos. Con todos ellos bloqueados y eliminados. El desequilibrio llegó del corazón, y eso a Mascherano le sobra.
La Argentina de Messi, ahora comparte nombre, la Argentina se ha redefinido en esta semifinal según las formas de su capitán sin cintillo, Javier Mascherano.
