¡Han secuestrado a Di Stéfano en Caracas!

Así titulaban los diarios del mundo el 25 de agosto de 1963, día sábado, el mundialmente famoso delantero.

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Así titulaban los diarios del mundo el 25 de agosto de 1963, día sábado, el mundialmente famoso delantero del equipo Real Madrid, Alfredo Di Stéfano, fue secuestrado en su habitación del Hotel Potomac de Caracas, por una organización clandestina que hacía oposición al gobierno de Rómulo Betancourt, utilizando métodos violentos.

El secuestro fue con fines de propaganda política y la noticia estremeció a la opinión pública internacional, dada la figuración relevante del atleta.

La famosa figura del fútbol mundial se encontraba en Caracas participando con el Real Madrid en la Serie Internacional que se escenificaba en el Estadio Olímpico. Pero en la madrugada del sábado fue secuestrado por espacio de 56 horas causando conmoción mundial. Todos los esfuerzos de la policía por dar con el paradero del deportista argentino – español, resultaron inútiles.

Paul de Rio fue el Encargado del Secuestro del Mejor Jugador del Mundo en esa época, años después contó que fue un homenaje a Julián Grimau, dirigente español comunista que fue capturado y fusilado en España por el régimen franquista, cuatro meses antes. “Lanzamos una operación guerrillera con su nombre”.

Coinciden las historias entre Don Alfredo y el secuestrador, nunca lo lastimaron, lo trataron bien, pero la angustía siempre existió. Los captores le explicaron que no querían dinero ni iban a matarle, que el secuestro estaba motivado por cuestiones políticas. Le pidieron que estuviera tranquilo y que no intentase escapar porque había gente vigilando, lo iban a tener detenido por tres días.

Tras las más de 50 horas de angustia, los secuestradores deciden ponerlo en libertad “Le aconsejamos que se metiera a la embajada de España, la policía política esa época era complicada y represiva”, según cuenta Paul de Rio. Pero Don Alfredo cuenta que el final de la historia fue llena de miedo: “Al final me dejaron en la Avenida Libertador. Tenía miedo de que me pegaran un tiro, di un portazo y salí corriendo detrás de un árbol. Crucé al otro lado con todo el tráfico y no me agarraron los coches de milagro, vi llegar un taxi y le pedí que me llevara a la embajada”.

Luego se convocó una rueda de prensa, y entre los periodistas Di Stéfano reconoce a dos de los varios miembros del comando que lo secuestró, lo vigilaban. Cuando la policía le da fotos para reconocer sólo identifica a Máximo Canales, del que ya se sabía que era el jefe del operativo. “No quiere líos. Sólo pienso en volver”.

Quedaba un par de partidos más, al día siguiente de todo esto Real Madrid jugaba contra São Paulo, y Bernabéu (Presidente) insiste en que se quede y juegue, para honrar el compromiso y, en cierto modo, para demostrar que al Madrid no le habían asustado las amenazas políticas. Di Stéfano juega. Aparece entre una ovación tremenda, pero juega muy mal, agotado, aturdido y sin reflejos, tras dos noches mal alimentado y peor dormido.

El partido acaba empate a cero, São Paulo sale campeón. El Madrid renuncia al compromiso de jugar en Bogotá. Tras una declaración más ante la policía, Di Stéfano puede por fin regresar. El jueves se va al avión junto a sus compañeros con rumbo a Madrid. Llega hasta la escalera del avión escoltado por un policía… ¡que también resultó ser uno de los secuestradores! Le dijo al oído: “Gracias, Alfredo. ¡Te portaste como un fenómeno!”. Subió al avión y le volvió el alma al cuerpo, recién se sintió libre.

En 2005 el Madrid estrenó la película Real, The Movie, en la que Máximo Canales (secuestrador, que estaba alejado de la política y se había ganado la vida como pintor), interviene en el papel de un aficionado que estimulaba a los chicos de su barrio a jugar. Al Madrid le pareció una gran idea, a Di Stéfano no. Se invitó a Canales al estreno, que se hizo en el propio palco del Bernabéu. Se intentaba buscar un abrazo de perdón, una foto que contribuyera a lanzar la película. Di Stéfano se negó. Accedió a hablar con él, pero no le quiso ni dar la mano “Usted hizo pasar mucho miedo a mi familia. No tenemos nada de qué hablar”.

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