Sin goles, sin daños y con mucho por jugar aún

Tanto se esperó el superclásico por la Copa Sudamericana que el 0-0, en medio de la fricción y de los intentos a los ponchazos.

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Tanto se esperó el superclásico por la Copa Sudamericana que el 0-0, en medio de la fricción y de los intentos a los ponchazos, dejó la misma sensación que una película sin final. Ese, acaso, habrá sido el gran inconveniente: todos sabían que el desenlace de esta historia se conocerá dentro de seis días, en el Monumental. Dio la impresión de que, en el partido de 180 minutos, unos y otros se olvidaron de los primeros 90. La trama mantuvo el suspenso, pero no despertó ni una sonrisa ni soltó una lágrima. Tantas ganas tenían de reencontrarse después del mano a mano bajo agua, el 1-1 en Núñez, que no supieron qué decirse cuando se miraron directo a los ojos, en una llave que terminará con un finalista y que dejará a un candidato en la banquina.

River no fue River. Este equipo es mucho más que un cúmulo de golpes sin razón. Los millonarios se olvidaron tanto del juego que una y otra vez confundieron guapeza con patadas. Casi no vieron a Orion. Esa no fue la esencia que los trajo hasta acá, las semifinales de la Copa, y que los tiene al tope de las posiciones en el torneo de Primera División. Boca fue Boca. Ese conjunto dominado por el apuro y que, de a ratos, cae en lagunas alarmantes, pese al esfuerzo. Rara vez se le cae una idea si no es por el cerebro de Gago o por el empuje de Chávez.

La definición será como hace diez años y otra vez en el Monumental. Las conclusiones se extenderán hasta el jueves que viene. ¿A quién le vino mejor el 0-0? ¿A River? Puede ser. Se llevó un empate de La Boca y le alcanzará con un victoria por cualquier diferencia en casa. ¿A Boca? También puede ser. No le hicieron goles y en la revancha la responsabilidad quedará en el campo contrario.

Boca y River quedaron enredados en el juego de palabras. Tanto se habló de las ganas de ganar en los días previos que, en la gran fiesta, en la noche de las luces, se hizo más fuerte el miedo a perder. Todo está como en el principio, como si nada hubiera pasado. El primer clásico se apagó con languidez. La ilusión sigue en espera.

Fuente: CanchaLlena.com.ar

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