No se sabe qué fue más trucho, si la deslucida ceremonia de inauguración con la insípida JLo haciendo playback (salvó la alegría de Claudia Leite) o el penal que el japonés Nishimura le regaló a Fred. Es que Brasil no necesita de este tipo de ayudas. Tal vez sea porque vimos a un scratch esquemático, falto de sorpresa y de velocidad, frenado en el medio por un equipo croata que se ciñó a un guión de pressing y recuperación en el medio que funcionó muy bien en el 1T y puso más nerviosos de lo esperado a los locales, particularmente porque un autogol siempre repercute en el ánimo. Pero lo que no pierde la canarinha –lo que hace que Brasil sea Brasil– es la vocación ofensiva, el deseo de irse adelante pese a todo: los goles de Neymar y de Oscar fueron sobrepiques que generalmente mueren en las manos del arquero; habrá que decir que Pletikosa no tuvo su mejor tarde. Neymar en cambio firmó un debut soñado en Copa del Mundo y fue el abanderado de una selección que no quiso defraudar a su hinchada. Gran partido de David Luiz, sólido en defensa y animoso en ataque. Rakitic, Sjrna y la contención croata podían haber logrado algo más si se animaban, pero darle espacios a la canarinha nunca es buena idea. En pocas, Brasil ganó con justicia pero con ayuda.
