BELO HORIZONTE. Bolivia no tuvo tiempo para mostrar lo que Villegas había planificado: no duró ni dos minutos con el arco en cero y, una vez abajo en el marcador, se vio obligada a cambiar el libreto. Sin nada que perder, y con un rival replegado, estaba ante la gran oportunidad de mostrar algo más en ataque. Pero no la aprovechó.
Durante el primer tiempo, salvo los dos remates que pegaron en el travesaño, el equipo generó muy poco. En principio se abusó de los pelotazos largos buscando la velocidad de Leo Vaca; después, ya con Castro en la cancha, de los centros para Martins. En ambos casos reinó la imprecisión. Sin embargo, el empate no se sentía lejano.
El complemento empezó sin variantes. Bolivia intentaba mantener el dominio territorial y presionar más arriba, con las líneas más juntas. Venezuela apostaba a explotar las espaldas de los volantes centrales y de los laterales, y no tardó en encontrar el segundo. A partir de ese momento, el partido se sabía perdido: la eliminación estaba consumada.
La participación de Bolivia en la Copa América terminó, una vez más –venía de pasar en Estados Unidos, el 2016–, sin puntos, y con pocas cosas para rescatar en lo deportivo. Lo más preocupante, sin embargo, es lo institucional: de momento no hay indicios de un proyecto para modificar esta realidad. Es lo que hay, y lo seguirá siendo.
