Al finalizar una temporada de actividades, es aconsejable realizar un balance que permita sacar conclusiones en torno a los planes propuestos y objetivos alcanzados.
En el terreno deportivo también cumplen esa labor todas las entidades que se precien de prestar una atención verdaderamente responsable a la tarea encomendada. En el caso del fútbol boliviano, ese trabajo tiene que estar destinado a ver los pros y contras de la participación nacional en las Eliminatorias que este martes llegan a su término.
Una selección que parece estar destinada a ocupar el último lugar de la clasificación sudamericana. Una selección que a un partido de culminar sus actuaciones logró simplemente dos victorias y cinco empates, sufriendo ocho derrotas en 15 partidos –ocho de ellos en condición de local—ahorra mayores consideraciones.
Lo nuestro ha sido indudablemente un fracaso y en él están involucrados dirigentes y conductores del equipo, como los mayores responsables.
Los DT que condujeron el plantel tuvieron a los jugadores por mayor tiempo que las demás selecciones. Los equipos profesionales aportaron con su apoyo, aceptando la interrupción de sus torneos en los tres años de Eliminatorias y pese a ello el equipo nacional cumplió la peor de las participaciones en Eliminatorias desde que se implantó el sistema de todos contra todos.
Los resultados demuestran que sirvió de poco lo planificado, porque tampoco se trabajo pensando en el futuro, salvo en las últimas actuaciones. Los clubes fueron afectados económicamente y los torneos perdieron atracción por las constantes interrupciones.
Es de suponer que este saldo negativo servirá a los dirigentes de élite, para pensar en los cambios que el fútbol está reclamando en todos los órdenes.
